Esta nueva perspectiva ha marcado un hito en la historia de la medicina, pues por fin algunos médicos se han dado cuenta de que el organismo es sistémico, metabólico y compensatorio, y que a la naturaleza no la debemos modificar ni tampoco le podemos enseñar; por el contrario, tenemos mucho que aprender de ella. Al tener este conocimiento, el médico biofísico no suprime los signos y los síntomas que el organismo genera para defenderse de una enfermedad, sino que analiza y deduce que estos signos y síntomas se dan porque ha habido cambios en la presión, volumen, temperatura, pH y campo magnético del órgano o tejido afectado. Así, cambiando los factores antes mencionados, el médico ayuda a su paciente a recobrar la salud.

El ser humano es un todo integral y las emociones (alegría, miedo, coraje, depresión, resenti­miento, etc.) juegan un papel crucial en el desarrollo de las enfermedades, pues provocan la producción de neurotransmisores químicos que modifican el flujo eléctrico a través del sistema nervioso central, alterando las funciones que éste acciona en un grupo celular determinado. De ahí la importancia de las emociones como detonantes de alteraciones fisiológicas (enfermedades).